Con los estragos de dos tormentas tropicales aún a cuestas, los dominicanos se preparan para una activa temporada ciclónica semejante a la de seis décadas atrás. A fines del año pasado y principios de este, La Española, isla que comparten República Dominicana y Haití, sufrió los embates de dos tormentas que mataron centenares de personas y arrasaron cultivos y obras de infraestructura.
El desagüe de una represa para evitar un cataclismo en la occidental provincia de Santiago causó una polémica nacional sobre la decisión, aún vigente ya que el tema fue elevado a materia electoral.
Desde el próximo 1 de junio, inicio de la época de ciclones, los especialistas advierten que por las islas del Caribe pasarán 15 de esos furiosos fenómenos, maldición a la que las condenan la geografía y el cambio climático.
Un anuncio de lo que puede estar por venir son las dos vaguadas que se han situado en las últimas semanas sobre esta isla, causantes de copiosas lluvias y las inevitables inundaciones relámpago.
Ahora mismo varias provincias dominicanas están en alerta amarilla por la presencia de uno de esos fenómenos, que fueron precedidos dos semanas atrás por tornados en la occidental provincia La Vega.
Las predicciones son muy malas y de no tomar precauciones el país se arriesga a perder muchas vidas e infraestructuras, advirtió Gloria Ceballos, directora de de la Oficina Nacional de Meteorología.
La premura en la difusión del pronóstico se explica debido a que la labor de ese ente fue muy criticada tras el paso de la tormenta Olga, que tomó por sorpresa a los dominicanos, muchos de los cuales pagaron con sus vidas por la imprevisión.
Ceballos estimó que la próxima temporada será más activa que la anterior y semejante a la de 1950, cuando se registraron condiciones climáticas semejantes a las vigentes en la actualidad.
Las predicciones atañen a las regiones Este y Sur, lo que constituye un respiro, pues librarían de los efectos a la zona del Cibao (Norte), mayor proveedora de alimentos del país.
Esa es una buena noticia aunque sólo en términos relativos si se toma en cuenta el peligro de inundaciones por las crecidas de los ríos, que desplazan a miles de personas y crean condiciones para el estallido de epidemias.